Los miembros constitutivos

Introducción

Cuando se considera con igual importancia y se es capaz de reconocer, tanto la parte física humana como su parte psíquica, es posible observar que lo anímico/ espiritual muestra leyes evolutivas propias. El YO del ser humano, de índole espiritual, se tiene que medir con esas leyes que otorgan una nota determinante a sus crisis existenciales y a las patologías psíquicas. El desarrollo de nuestro cuerpo físico, dotado anímicamente, y la evolución de nuestra organización espiritual (ver el punto 1,6 a continua-ción) propiamente dicha son dos cosas diferentes. A continuación destacamos algunos de los aspectos que se deben tener en cuenta en la valoración de estos trastornos.

Más allá de su contenido en Psiquiatría convencional, en Medicina Antroposófica los conceptos ampliados de Histeria y Neurastenia, representan dos tendencias fisiológicas o disposiciones arquetípicas. Al reconocerlas, el médico tiene la posibilidad de tratar multitud de síntomas (psíquicos, funcionales y orgánicos) de estos enfermos de una forma más global o abarcadora. La dinámica patogénica de estas disposiciones se entiende cuando se tiene en cuenta la constitución cuatripartita del cuerpo humano (YO, Organización Astral, Organización Etérica y Organización Física), así como su estructuración funcional (Polo Neurosensorial, Sistema Rítmico y Polo Metabólico-Motor).

El ser humano y la naturaleza se encuentran emparentados por su evolución común. De esta manera la formación del cuerpo, la vida, la conciencia del mundo y la de sí mismo representan las cuatro grandes etapas de la evolución que conducen desde el reino mineral hasta el ser humano. Esas cuatro grandes fases corresponden en el ser humano a su cuerpo físico, su organización vital, su organización anímica y su YO. Nos podemos considerar emparentados con el reino animal por nuestra organización anímica, con el reino vegetal por la – vital y con el reino mineral por la física. Pero además poseemos la facultad de conciencia de nosotros mismos.

La tripartición funcional

No obstante, para comprender al ser humano y a su organización cuatripartita, necesitamos aún completarlo con los tres principios básicos que impregnan al universo: el principio de forma o solidificación, el de volatilización o dilución y el de intercambio o equilibrio. En cada uno de los cuatro elementos que componen al ser hu-mano –cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y YO- volvemos a encontrar este principio trinitario. Los sabios de la antigüedad lo cono-cían como “Tria Principia”.

El polo neuro-sensorial

En el cuerpo físico, distinguimos al sistema neurosensorial como un polo de calma, donde se afianzan los pensamientos como resultado de nuestras percepciones y de nuestra facultad de pensar. Los intercambios y vínculos con el mundo exterior se realizan gracias a las percepciones sensoriales y conducen al pensamiento individual. En este sentido hablamos de una dinámica de formación. El cerebro, el sistema nervioso y los órganos sensoriales constituyen su base fisiológica. Muy pronto, los órganos son restringidos en su vitalidad y se aminora su capacidad de dividirse y multiplicarse. Casi no se regeneran y no siempre pueden reconstituirse después de lesiones. En este ámbito tienen lugar las actividades de la vigilia. Es la base de la conciencia humana. Posee una mayor relación con la organización Astral

En oposición y unidad con este sistema, encontramos en el cuerpo humano al sistema metabólico y motor.

El polo metabólico y motor

En este polo de movimiento predominan la regeneración y transformación. Las sustancias extrañas al organismo son metamorfoseadas para ser a continuación asimiladas. Aquí tiene lugar el intercambio y la relación con la materia. Estos procesos se desarrollan por completo fuera de la conciencia y constituyen el fundamento de la voluntad, es decir, de la facultad de actuar. Sobre todo, se relaciona con la organización Etérica o Vital.

El sistema rítmico

Las dos tendencias polares antes explicadas se mantienen en equilibrio gracias a los procesos rítmicos mediadores que permiten una acción regularizada en el organismo, entre esos polos incompatibles de calma (forma) y de movimiento (disolución). El sistema circulatorio con el cora-zón y los pulmones constituyen su base fisiológica, así como las actividades rítmicas de la digestión, etc. El sistema rítmico equilibra permanentemente ambas polaridades. Constituye la base sobre la que se puede extender la vida de los sentimientos. Lo podemos vincular sobre todo con el YO humano.

La tendencia histérica

Los elementos constitutivos en el polo inferior, donde predominan los intercambios y el movimiento, actúan de forma estrecha. La acción del YO sobre el resto del organismo se produce de forma escalonada mediante la Organización Astral, Etérica y Física. En esta región Metabólico – Motora encontramos proporcionalmente una mayor actividad de los procesos de construcción (anabólicos), de elaboración, regeneración y vitalidad, que son transportados por la sangre a todo el organismo y a la región Neuro-Sensorial. Esta corriente es regularizada, ritmada por el corazón. En la Histeria encontramos una excesiva autonomía de estas actividades que no pueden ser controladas por el polo superior, NeuroSensorial. Este desequilibrio, que puede tener su etiología en la presencia de actividades metabólicas no integradas, o bien desbordadas fuera de sus ámbitos, se manifiesta en una serie de síntomas funcionales, tales como parestesias, vértigos, parálisis, anorexias, ahogos, cefaleas, hiperestesias, etc. Desde el punto de vista psicológico, son pacientes que muestran una llamativa susceptibilidad y mimetismo, que les hace vulnerables a las influencias exteriores, así como una gran mutabilidad de estos síntomas. En la alergia tendríamos un correlato orgánico de estas manifestaciones funcionales de la histeria.

La tendencia Neurasténica

En el extremo opuesto, en el polo superior, NeuroSensorial, las distintas organizaciones actúan de forma más autónoma. A este nivel, el YO, en lugar de actuar con la mediación de los restantes cuerpos, se vincula directamente al organismo siguiendo las vías nerviosas e induce procesos de degradación, muerte y estructuración, los mismos que hacen posible, de forma fisiológica, el pensar y la conciencia. La Neurastenia se caracteriza por un predominio de lo Neurosensorial, que se agota en las actividades nerviosas, debilitando o incluso atrofiando por falta de estímulos a los procesos metabólicos de regeneración y asimilación. Este desequilibrio impone a todo el organismo la dinámica propia de las enfermedades nerviosas: forma, rigidez, estatismo, restricción. Desde aquí habría que entender los trastornos del sueño, dolores diversos, tics, neurosis obsesivas y falta de voluntad, sólo por citar algunas de las posibilidades del paciente neurasténico. Psicológicamente les caracteriza una interpretación hipocondríaca de sus síntomas, a los cuales otorgan una excesiva importancia. Se podría denominar a la Neurastenia como un estado latente o tendencia a la esclerosis, como su correlato orgánico.

Fuente:

Artículo de la Revista de Medicina Antroposófica del Instituto para la Formación en Medicina y Terapias Antroposóficas, IFMA. España

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